miércoles, 12 de mayo de 2010

Los amigos de Lisa


El Retiro es asombroso en sí mismo: por su riqueza botánica, por su situación –en el mismo centro de Madrid–, por su historia, por las maravillas que contiene... Últimamente, además, disfruto muchísimo de la gente que pasea por él. Los propietarios de perros, son, en general, personas muy comunicativas, receptivas al contacto espontáneo y también, me atrevo a decir, generosas. Durante los paseos con Lisa he llegado a entablar relación con algunas de ellas. Curiosamente, cuando nos cruzamos por el parque, suelo reconocer primero a los perros, y acto seguido me fijo en la persona que está al otro extremo de la correa, o alrededor, si van sueltos. Así he conocido a Lucas, un cachorro al que estoy viendo crecer; a Curro, que me roba las piñas que le lanzo a Lisa; a Kaila, una hembra de labrador amarillo que se está entrenando para echar una mano en la ONCE; a Hugo, un golden que desborda tanta energía como apetito sexual. Todos son estupendos, todos tienen algo especial que ha conseguido robar el corazón a sus dueños. Como Lisa (otra Lisa, sí), una rottweiler con la que no querrías tropezarte de noche en una calle solitaria. Tiene un porte magnífico, es grande y fuerte como una excavadora, pero resulta que en cuanto te acercas a ella se pega a tu pierna para que la acaricies. Según su propietaria, es tan mansa como un peluche. Y luego está Otelo, una especie de Beethoven (el san Bernardo de la película, no el compositor) en versión boyero de Berna: grande, peludo, juguetón, si se te acerca corriendo, sientes la necesidad de agarrarte al árbol más cercano, pero es inofensivo y sólo quiere jugar.
También conozco a Luna, a Mosu, a Jara, a Draco, a Siete (cuyo propietario no ha tenido seis perros antes de éste), a Bongo, un torbellino de energía, a Gina y a Fredo. Luisa, la dueña de Gina, pasa a recoger a Fredo, el perro de su vecina, cuando baja al Retiro. Fredo, un jack russell, tiene una mirada de inteligencia que asusta, pero es terriblemente nervioso y Luisa no se atreve a dejarlo suelto. Al parecer, el padre de Fredo es campeón del mundo, aunque no sabemos exactamente de qué. Y Gina... Gina es una labradora negra cariñosísima, además de uno de los perros más elegantes del parque, porque Luisa se entretiene customizando para ella unos collares preciosos.
Hace un par de meses, una colega paseadora me recordó que es nuestro perro el que tiene que salir a pasear, nosotros únicamente lo acompañamos. Es cierto, pero del paseo nos beneficiamos ambos. Cuando sales con tu perro, ocurre algo extraordinario: los problemas cotidianos, las dificultades en el trabajo, en casa, las inquietudes que nos asaltan, ese dolorcillo aquí o allá, todo se esfuma, desaparece. Yo no sé si es por los perros, por estar al aire libre o por qué, pero el caso es que sucede. Supongo que, por un rato, dejamos de pensar en nosotros mismos y nos dedicamos a la tarea de acompañantes, que exige, como todos sabemos, gran disciplina y entrega.

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