Este es el último post de Paseos con Lisa. Hoy, a las 14.40,
en el Hospital Clínic Veterinari de la Universitat Autònoma de Barcelona, Lisa
ha dejado de vivir. Hace poco más de un año se le diagnosticó un cáncer de
mama, fue operada con éxito y tratada con quimioterapia. El pasado 29 de
octubre, un día antes de que nos trasladáramos a Barcelona, en una revisión
rutinaria, su oncólogo detectó una mancha en el pulmón y todo empezó a
torcerse. A pesar de los esfuerzos del equipo del Hospital Clínic Veterinari,
el tumor no ha dejado de crecer y hace pocos días Lisa dejó de ser Lisa. Ya no
era una perra feliz y no volvería a serlo. No hemos querido que sufra y hoy ha
sido sedada. Lisa ha muerto haciendo lo que más le gustaba: dormitar.
La adoptamos en enero de 2010. Han sido solo tres años con
ella. Nada menos. Nunca supimos a ciencia cierta su edad y no mucho de su
pasado. Pero eso a ella no parecía importarle, y a nosotros tampoco. Con Lisa descubrimos
cada rincón del parque del Retiro, a fuerza de recorrerlo todos los días y como
atestigua este blog; también conocimos casi todos los parques de Madrid, y Lisa
corrió por las mullidas praderas de césped del Juan Carlos I y enloqueció
persiguiendo conejos por la Casa de Campo. Se perdió por los senderos de la
sierra de Guadarrama y no le entusiasmó el mar cuando lo vio por primera vez.
Al fin y al cabo, era de interior. De Valdepeñas, concretamente, o al menos
allí la recogió ANAA (Asociación Nacional de Amigos de los Animales), la
entidad que nos la entregó en adopción.
Con ella hemos hecho ejercicio, mucho ejercicio, y también
muy buenos amigos, camaradas de paseos perrunos. Hemos aprendido de su
paciencia y del estoicismo que la caracterizaba. También de su capacidad para
disfrutar de cada día, sin mañana ni pasado. Acariciar sus orejas de terciopelo
—como las definió Donna Leon cuando la conoció en la Feria del Libro— ha sido
una excelente terapia antiestrés y quizá la mejor manera de terminar un día
agotador, de la misma manera que no ha habido método más eficaz para alejar las
tinieblas de la mente que dar un largo paseo con Lisa.
Lisa nos ha dado cariño, consuelo y alegría en unos años
difíciles y, a su manera, nos ha enseñado a superar obstáculos y frustraciones.
Ha sido la mejor compañía y ahora empezamos a percibir la dolorosa intensidad
de su ausencia.
Una vez, cuando estábamos a punto de entrar en el Retiro, se
acercó una chica y nos preguntó si podía abrazar a Lisa. Accedimos, por
supuesto. La cubrió de besos y caricias. Hacía poco tiempo que se había muerto
su perro y Lisa se parecía a él. Al cabo de un rato, dio un último abrazo a
Lisa y se alejó llorando. Ahora la comprendemos.
En estos tres años, Lisa ha pasado con nosotros, su manada,
casi todas las horas del día porque trabajamos en casa. Mientras nosotros
tecleábamos ante el ordenador, ella roncaba plácidamente a nuestros pies.
Ahora, mientras escribimos este último post, miramos al suelo, y ella no está. Ya
la echamos de menos.
P.D.: Queremos dar las gracias a los doctores Daniel Calzado
y Ricardo Ruano, de la Clínica Veterinaria Mediterráneo de Madrid,
y al equipo dirigido por el doctor Josep Pastor, del Hospital Clínic Veterinari
de Bellaterra, por los cuidados que han
dispensado en todo este tiempo a Lisa. Hicieron cuanto pudieron por nuestra perrita.